Nivel B - Escuela Nº 228





La búsqueda de lo desconocido

Cierto día mis amigos y yo decidimos hacer una pijamada en casa de Juan, uno de mis mejores amigos.
Ariel, mi otro mejor amigo y yo decidimos ir a la casa de Juan, ya entrada la noche. Al terminar de cenar decidimos salir a dar un paseo. En un momento, Ariel de detuvo de improviso y dijo:
- ¡Miren, tenemos que entrar! Exclamó.
Un edificio alto, lúgubre y con apariencia de estar abandonada, apareció ante nosotros.
- No creo que sea una buena idea, dijo desinteresadamente Juan. –Deberíamos volver a mi casa a ver películas.
- E…eso, deberíamos volver, exclamé titubeante porque estaba muy nervioso.
- ¡Vamos, no sean mala onda, che! dijo Ariel. Yo sé que vos, Tato, querés entrar, dije utilizando el apodo que le habíamos inventado.
- Bueno, entremos, dijo Juan no muy convencido. ¡Pero una sola pavada y salgo!
Nos adentramos dentro de la gran casona oscura. Al poner un pie adentro, la oscuridad nos inundó y una fuerte brisa cerró la puerta. Al final del largo pasillo se veía una tenue luz que iluminaba una habitación.
Al entrar, encontramos grandes estantes llenos de muñecas con sus caras deformadas.
- ¡Wow, qué tétrico! Exclamó Ariel agarrando una de las muñecas que enseguida empezó a llorar. Ariel la soltó de inmediato y corrió a esconderse detrás de mí y ambos nos escondimos detrás de Juan.
Al volver la vista hacia la muñeca, ésta se levantó y comenzó a correr hacia nosotros. Los tres soltamos un agudo grito y salimos corriendo. Cuando nos dimos cuenta, varias muñecas estaban bajando de sus estantes para también perseguirnos.
Pero, de un momento a otro las muñecas de detuvieron observando algo detrás de nosotros. Al darnos la vuelta nos encontramos con una figura fantasmal, de aspecto femenino, delgada y con largos cabellos.
Di un paso adelante decido a hablar. ¿Quién eres? ¿cómo podemos salir de aquí? Hable temeroso intentando sonar valiente.
Mi nombre es Ornella, habló. Soy la dueña de todas estas muñecas, dijo con una sonrisa forzada y sus ojos irritados, ¿quieren jugar? Preguntó.
- ¡No! Queremos salir de acá- dijo Ariel detrás de mí.
- Primero deben jugar un juego ¿aceptan?- habló con su voz chillona de niña.
- ¡Aceptamos! dijimos los tres al unísono.
- Está bien. Estas son las reglas: deben encontrar el ojo faltante de un de mis muñecas- habló por último para luego desaparecer.
- ¡Uf! ¿Y ahora qué hacemos?- exclamé observando a las muñecas inmóviles en los estantes.
- Yo diría que revisemos entre las muñecas, habló Juan.
- ¡Yo digo que corramos! Dijo Ariel corriendo en círculos.
- ¡Quédate quieto y ponte a buscar!- le dije dándole un golpe en la cabeza.
De un momento a otro se cortó la luz y por la puerta entró una figura con una linterna en su mano y la lanzó hacia nosotros.
Al encenderla, nos dimos cuenta que era un cuerpo femenino, regordete y con grandes cachetes. Vestía un traje de payaso, tenía la cara pintada y su típica nariz roja.
- Soy Ari, la payasa. Me gustaría verlos correr- dijo con una sonrisa maliciosa, sacando un hacha y empezando a perseguirnos.
Comenzamos a correr y de repente Juan gritó, ¡la nariz! ¡Ese debe ser el ojo!- gritó agitado.
Mientras la payasa Ari perseguía a Ariel, yo me armé de valor y, sigilosamente, me acerqué y logré hacerla tropezar. Rápidamente, Juan se acercó y con un rápido movimiento logró quitarle la nariz.
Tras esto, las luces se encendieron y pudimos divisar a Ornella.
- Felicidades, ganaron el juego- dijo abriendo una pequeña puerta.
Al entrar a la siguiente habitación, nos dimos cuenta que era una biblioteca. Sentí una textura escamosa en mis piernas. ¡Eran víboras! Observamos una pequeña abertura en el techo y de ella comenzaron a caer miles de víboras y arañas, y recordé que Ariel y Juan les tenían fobia a estos animales.
- ¡Aaaaah!- gritó Juan - ¡Víboras!
-¡Arañas!- dijo Juan - ¡Ayúdanos, Elías!
Pero yo me quedé inmóvil viendo cómo se llenaba la habitación de esos asquerosos animales.
- ¿Quieres salvarlos?- dijeron dos voces al unísono detrás de mí, pero al darme vuelta no había nadie.
- ¿Quiénes son?- dije preocupado por mis amigos
- Somos Lara y Gianella- dijeron esas voces, una de ellas realmente chillona y la otra era parecida a una chica de mi curso en la escuela.
- ¿Quieres salvarlos?- repitieron.
- Sí, ¿qué debo hacer? respondí nervioso.
- Debes cerrar la puertita para encerrar a las víboras y las arañas, pero recuerda que sólo se debe cerrar desde afuera- habló la de voz chillona.
- Exacto, deberás escalar. Vamos a ver si podes con tu miedo a las alturas- riéndose maliciosamente la otra voz.
- Está bien, lo voy a hacer- dije seguro. Al visualizar la habitación noté que escalando por los estantes podía llegar a la ventana que daba a un balcón. Comencé a escalar y cuando casi había logrado mi cometido, noté como una araña me picaba el brazo izquierdo haciendo que pierda el equilibrio y casi me caigo pero logré agarrarme del borde de la ventana y salir al balcón.
Intentando no mirar hacia abajo, logré colgarme del techo y haciendo fuerza con ambas manos, y a pesar del dolor de mi brazo izquierdo, logre subir. Busqué la puertita, y en medio de la oscuridad, intenté cerrarla. Pero, al mirar hacia un costado, vi un cuerpo tirado. Era el cuerpo de Franco, un chico desaparecido años atrás. Era su cadáver. Horrorizado, lo moví para darme más espacio para cerrar definitivamente la puerta. Lo había logrado, puede liberar a mis amigos.
Al intentar bajar no podía mirar hacia abajo. Así que tragué saliva, pude llegar al balcón, abrí la ventana, bajé y me reencontré con mis amigos.
- ¡Chicos!- les grite´.
- ¡Eli!- gritaron a la vez.
- ¡Vamos a salir de acá!- busquemos la salida para llegar a la calle.
Comenzamos a correr y llegamos a la casa de Juan.
- ¡Al fin!- dijimos los tres al mismo tiempo.
-¡Llegamos!- dijo Ariel tirándose en la cama.
-¡Chicos!- los llamé - ¿les vamos a contar a alguien?
- No creo que sea una buena idea- habló Juan- ¡nos van a decir locos!
- Está bien- dije – esta va a ser nuestra propia historia.
Fin




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