La tarde se aquieta en la plaza con las
últimas luces del día. Los árboles aún sin hojas tristes y aburridas porque los
pájaros los dejaron sin su compañía. Sus ramas entrelazadas juegan atravesando
el cielo con sus colores, rosados, celeste, naranjas y grises. Entre mate y
mate, la ronda de amigos disfruta de momentos inolvidables. Risas contagiosas,
historias compartidas, secretos y confesiones de amores.
El aire fresco que alivia y oxigena después
de un día agobiador.
La hora del crepúsculo llegó, las campanas
de la vieja iglesia empiezan a sonar porque es sábado y la misa va a comenzar.
Las palomas asustadas volaron a un lugar tranquilo para luego regresar. La
noche se aproxima y las estrellas comienzan a brillar para iluminar el pueblo
que en algún momento instantáneo comenzará a soñar.
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